Datos de la ruta
- Zona: entorno del Parque natural del río Lobos.
- Duración: 2 días.
- Tipo de ruta: circular
- Tipo de firme: pistas en buen estado y carreteras secundarias. Pequeño tramo de sendero antes de llegar a Ucero.
Descripción
Con la excusa de visitar las villas romanas de la provincia de Soria vamos a disfrutar de dos días recorriendo sus caminos y visitando sus pueblos.
Las villas romanas que nos disponemos a visitar son tres:
- Los Villares. Santervás del Burgo.
- La Dehesa. Cuevas de Soria.
- Los Quintanares. Rioseco de Soria.
Las tres villas se engloban en el proyecto Magna Mater, cuyo centro neurálgico y museo se sitúa en la villa romana La Dehesa.
Un recorrido para los amantes de los caminos, pero también para los amantes de las rutas arqueológicas.
Día 1. Ucero-Abioncillo (59 km-775 m)
Iniciamos la ruta en el turístico pueblo de Ucero siguiendo la carretera SO-P-5119, que abandonamos en apenas un kilómetro.
Seguimos pistas algo pedregosas pero sin apenas desnivel. Rodeados de pinos, sabinas y alguna que otra jara. Los intensos olores nos empujan hasta el pequeño valle formado por el Arroyo del Langostillo que nos deja a la entrada del pueblo de Rejas de Ucero.
Tomamos la carretera comarcal SO-P-5109 hasta el pueblo de Santervás del Burgo. Nos acercamos a la primera de las villas romanas del recorrido: los Villares. La visión es algo decepcionante por dos razones: apenas queda nada que contemplar in situ; y el estado de abandono es llamativo.
Este yacimiento quedó destruido casi en su totalidad debido al expolio y a la actividad agraria. Su descubrimiento se remonta al año 1899. Se trata de una villa dedicada a la explotación agropecuaria de grandes dimensiones. En sus estancias se localizaron mosaicos de gran calidad. Hoy descansan en el Museo de Arqueológico de León y el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Abandonamos el pueblo por las pistas que salen desde la parte alta. Nos llevan hasta una diminuta carretera que, tras conectar con una carretera más amplia, nos lleva hasta Santa María de las Hoyas. Aún nos quedan algunos kilómetros por la carretera SO-934. Hay poco tráfico y avanzamos muy rápido.
Llegamos al Puente de los siete ojos, punto de entrada al Cañón del Río Lobos, que a estas alturas del año, presenta un cauce seco y agrietado.
Tras recorrer otros cuatro kilómetros por la carretera nos desviamos a nuestra derecha. Iniciamos una ligera ascensión rodeados de pequeñas elevaciones redondeadas donde las sabinas son las grandes protagonistas.
Según el mapa seguimos el margen del Arroyo de Belorto, pero da la sensación de que hace tiempo que el agua no visita su cauce.
Las pistas enlazan con la carretera SO-920 que apenas seguimos durante un kilómetro para entrar en la localidad de Casarejos. Desde este punto giramos hacia lugares más tranquilos. Una estrecha carretera, sin apenas espacio para un coche, nos lleva hasta Vadillo y Talveila por un espeso pinar.
Durante los kilómetros que seguimos esta carretera, ningún coche rompe con la tranquilidad de nuestro pedaleo. Hacemos paradas en los numerosos carteles que existen explicando las tareas que se realizaban en estos bosques en épocas no muy lejanas y que dejaron, como vestigio del pasado, algunas estructuras aún visibles.
Enlazando carreteras secundarias en las que cuesta identificar el asfalto original detrás de tanto parche, llegamos al pueblo de Cubilla. A la salida del pueblo, por una pista pedregosa, vemos un área recreativa que es toda una tentación: mesas, sombra y terreno llano.
La pista tiene algo de subida, aunque lo complicado de esta zona no es la pendiente sino el terreno. En esta parte del recorrido los pinares ocupan todo el espacio y un intenso aroma a resina nos rodea.
Seguimos la pista principal, a derecha e izquierda se desvían otros caminos que forman una maraña de pistas con inmensas posibilidades y alternativas.
Nuestras pedaladas nos llevan hasta el pueblo de Muriel de la Fuente. En su término municipal se esconde una gran joya: el Monumento natural de la Fuentona. Para llegar hasta allí hay que adentrarse en un pequeño cañón. A su entrada nos recibe la Ermita de la Virgen del Valle.
Este espacio natural era apenas conocido, hoy día atrae a gran número de visitantes. En el año 2002, el equipo de Al filo de lo imposible, realizó espeleobuceo en sus entrañas para intentar averiguar el origen del abundante caudal. Como resultado se grabó un interesante reportaje sobre esta actividad.
El gran caudal de la Fuentona da origen al río Abión que, en sus primeros metros, discurre por un pequeño barranco al que se accede por un conjunto de pasarelas y pasos habilitados. El otoño se muestra especialmente espectacular, ya que tiñe de colores amarillos y ocres los árboles que acompañan al río en su nacimiento.
Tras disfrutar de este lugar desandamos el camino hasta el pueblo de Muriel de la Fuente. Aquí tomamos una pista ancha y prácticamente llana. Nuestras pedaladas acompañan al río Abión en sus primeros kilómetros de vida. Un caudal abundante y transparente que se abre paso hasta el pueblo de Abioncillo de Calatañazor.
Día 2. Abioncillo-Ucero (85 km-1050 m)
Abandonamos Abioncillo por una carretera recta que atraviesa extensos campos de cultivo hasta el pueblo de Calatañazor. En Calatañazor nos recibe la Ermita de Nuestras Señora de la Soledad (s. XII) de su origen románico ha llegado hasta nuestros días el ábside y el pórtico.
Nos adentramos en las calles empinadas de esta conocida localidad con la sensación de adentrarnos en otra época.
El imponente Castillo de Calatañazor se yergue sobre la hoz del río Milanos y desde sus restos podemos ver el famoso sabinar de Calatañazor.
El castillo se construyó en el siglo XIV del que se conserva parte de la torre del homenaje y del sistema defensivo.
Enfrente de esta población se han localizado los restos del castro arévaco de Los Castejones. Tras disfrutar de la monumentalidad de Calatañazor nos dirigimos hacia el páramo por carretera. En la parte alta enlazamos con la N-122.
Nos encontramos con un tráfico intenso. Circulamos paralelos a la calzada romana Uxama, la cual se intuye en una pequeña elevación. En el punto donde tenemos marcado el desvío nos encontramos con la desagradable sorpresa de que la construcción, abandonada, de una autopista ha cortado el paso. Estos nos obliga a unos cuantos kilómetros más por la carretera. Por fin alcanzamos el desvío a La Mallona y nos alejamos del humo, el tráfico y el asfalto.
Tras pasar por el pequeño pueblo de Las Fraguas una pista asfaltada nos lleva hasta la Ermita de Nuestra Señora de Inodejo (s. XVII). Un inmenso edificio que más parece una casa señorial que una ermita.
Tomamos una pista hacia la parte alta de la Sierra de Hinodejo. A los dos kilómetros nos encontramos con un cartel que avisa de que se está realizando una cacería. Valoramos la posibilidad de pasar, a pesar de que se oyen gritos y algún tiro esporádico. Finalmente desechamos la idea, demasiado riesgo. Nos toca improvisar.
Intentamos seguir otras pistas menos marcadas que bordean por la zona baja, pero muchas han desaparecido. Tras unos cuantos kilómetros extra decidimos tomar unas pistas que salen desde la ermita y se alejan de los montes. Lo que nos va a obligar a dar un buen rodeo. Estoy enfadada con la situación, pero no nos queda otro remedio si no queremos exponernos a un «accidente».
Tomamos una pista que nos lleva hasta la localidad de Villabuena. A partir de aquí vamos enlazando pistas. Bordeamos la hendidura abierta por el río Izana por la parte alta. En un principio nos adentramos en un paisaje típicamente soriano: pedregoso, con apenas algunos arbustos y sabinas, tierra rojiza.
A medida que nos acercamos a Cuevas de Soria el paisaje se transforma. Las encinas toman protagonismo, formando una tupida barrera a nuestro alrededor. Seguimos pistas y senderos poco marcados, especialmente en el descenso al Barranco Valdelarina.
En el barranco nos juntamos con una pista que en llano nos lleva hasta Cuevas de Soria, donde nos damos de bruces con la causa del cartel. Parece que ya han finalizado la cacería.
En esta localidad encontramos la segunda de las villas romanas que visitaremos: la Villa romana La Dehesa. Se encuentra a un kilómetro del pueblo.
Esta villa se puede visitar y merece la pena dedicarle un tiempo. Es un edificio de una superficie aproximada de cuatro mil metros cuadrados cuyo espacio central estaba ocupado por una importante zona ajardinada y rodeada de peristilo, en torno al cual se articula la distribución de las estancias. Conserva magníficos mosaicos de decoración geométrica, con la peculiaridad de que en algunos de ellos se hace uso de monogramas que han permitido identificar a los propietarios del edificio: los Irricos.
Tras la detenida visita regresamos al pueblo desde donde sale la pista que vamos a seguir (y por donde deberíamos haber llegado si hubiésemos podido seguir nuestra idea original). Seguimos el camino a Monasterio. Con un pequeño ascenso inicial que a los pocos metros se convierte en un llaneo. Nuestro camino serpentea entre encinas y salva alguna vaguada.
Difrutamos de este tramo solitario antes de llegar a Monasterio. Un diminuto pueblo situado en un altozano. En pleno descenso nos desviamos por una pista de concentración que se abre camino entre campos de cultivo y cotos de caza.
Al final de la pista nos espera paciente el pueblo abandonado de La Revilla de Calatañazor, uno de tantos pueblos sorianos que sucumbieron al éxodo rural y que hoy lucha solitario porque sus paredes no terminen derrumbándose.
Seguimos un pequeño tramos por carretera para abandonarla en Fuentelaldea. Un cartel llama nuestra atención: acabamos de enlazar con un tramo del Camino de Santiago de la Lana, precisamente el que viene desde Guadalajara.
En este punto nos desviamos por pistas que, sin apenas desnivel, nos guían hasta Rioseco de Soria. En el término municipal de esta localidad se localiza la última de las villas romanas que vamos a visitar: Los Quintanares.
En este yacimiento se localizaron importantes mosaicos policromos y, aunque se puede apreciar la planta de el edificio, la sensación es la misma que en el caso de Los Villares: abandono. La zona está llena de hierbas que impiden visualizar el yacimiento, eso sin mencionar que el cartel explicativo está mal orientado.
Desde el yacimiento seguimos la carretera para atravesar la N-122 (y las obras abandonadas de la autopista) hasta Torreblacos. A la salida del pueblo nos enfrentamos a una fuerte pendiente con piedras. Nos adentramos en una zona más solitaria y alejada de las carreteras. Empezamos a remontar un pequeño valle formado por el Arroyo del Monte sin apenas desnivel.
Abandonamos el valle por pistas algo mas complicadas, pero de naturaleza más salvaje. Circulamos por pistas donde las piedras y la arena hacen complicado el avance, en algún punto, incluso estando en llano, tendremos que echar mano de toda la potencia disponible. Rodeados por un tupido bosque de pinos, jaras, sabinas y algún roble despistado avanzamos hasta alcanzar el valle formado por el Arroyo de la Veguilla.
Alcanzamos el valle que parece discurrir por una buena pista, casi llana. Dejamos atrás los puntos más complicados para disfrutar de un tramo rodador y relajado.
En uno de los cruces vemos como nuestra relajación se aleja cuando nuestro camino gira noventa grados a nuestra derecha. Iniciamos un ascenso por una pista muy pedregosa, con mucha arena y bastante pendiente. Las moscas que nos rodean no ayudan ni facilitan la ascensión. Ganamos altura hasta alcanzar las ruinas de unas construcciones.
Rodamos en llano por la parte más elevada con amplias vistas a las montañas que delimitan el horizonte, podemos distinguir el Pico Urbión como gran altura de la provincia. Es la montaña más elevada que se encuentra íntegramente en los límites provinciales, aunque la montaña más elevada es el Moncayo. Ambas ascensiones son buenas opciones en la provincia.
De nuevo es una felicidad breve. Iniciamos un fuerte descenso hacia un barranco profundo por donde discurre el Arroyo del Hocinote. La bajada nos a tomamos con precaución debido a las piedras, la tierra y los profundos surcos que el agua ha abierto en el terreno arcilloso.
Tras una pendiente inicial muy fuerte ésta parece suavizarse dando paso a un tramo más relajado que se adentra de forma gradual en el barranco, casi barranco, del arroyo.
Al llegar a lo más profundo del barranco torcemos para tomar una pista poco marcada. Seguimos paralelos al cauce seco del arroyo.
En algunos tramos podemos ver el trabajo realizado para abrir estos caminos y evitar su derrumbe sobre el cauce. Lo que nos indica el uso de estos caminos desde épocas ya olvidadas.
Este tramo es especialmente bonito. Seguimos caminos que el hombre delimitó hace tiempo, rodeados por el silencio de la soledad a la que han quedado recluidos, y una naturaleza que ha encontrado en estos trazados olvidados un lugar donde alcanzar su máximo esplendor.
La pista nos lleva hasta alcanzar de nuevo terrenos de cultivo, agostados tras el tórrido verano.
Enlazamos con la carretera comarcal SO-P-5018. Sin abandonarla nos juntamos con la carretera SO-920 en cuya cuneta nuestras cansadas sombras se reflejan tras un fin de semana de disfrutar con nuestras bicis y de todo lo que hemos visto.
Recorrido
Powered by Wikiloc
Información práctica
- El track lo tenéis disponible en: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=15054172
- El proyecto Magna Mater tiene una buena web con información relativa a los yacimientos y horarios de visita de la Villa romana La Dehesa.
Bibliografía
- ANDERSON, JAMES M. Guía arqueológica de España. Editorial Alianza
Hacia tiempo que no leia el blog. Veo que sigues dedicando bastante tiempo y ademas lo haces genial. Gracias por compartir vuestros viajes. 🙂
Gracias :-). Intento sacar tiempo para escribir y para los viajes, aunque últimamente se nos está complicando todo. Espero que en breve podamos compartir más cosas.